La literatura no se inventó para entretener, divertir, solazar, distraerse, refocilar, consolar, confortar, animar, curar, embalsamar, domesticar, edificar, educar, instruir, cultivar, doctorar, amaestrar, convencer, influir, aleccionar, adoctrinar, catequizar, adiestrar, desasnar, descortezar, ilustrar, documentar, pulir, civilizar, alienar, narcotizar, engalanar, embellecer, endomingar…sino para, a través de la articulación mágica del lenguaje, de la consagración ceremonial de los signos, de la boda entre palabras que nunca han sido presentadas, resucitar del sepulcro a los muertos e invitarlos a bailar.
Fernando Blanco Inglés, “La cuestión Q,2”
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