lunes, 11 de noviembre de 2013

OZU





Seguir a uno mismo es una de las más sugerentes y demoledoras ideas que puedan concebirse en el plano político, estético o moral; pero seguirse a uno mismo entraña serias dificultades de tenor insoslayable en el campo de la física existencial y del conocimiento teórico… La primera de ellas reside en la incuestionable dificultad epistemológica de desentrañar que significa exactamente eso de “uno mismo”. ¿Cómo delimitar, sin caer en error ni verse envuelto en estériles especulaciones, de modo claro y distinto, la esencia radical de lo que es uno mismo y no otra cosa, en qué escurridizos principios se fundamenta su ser y en qué se diferencia éste del resto de existentes que le rodea?, evitando al tiempo en el proceso cognoscitivo cualquier matiz de confusión o innecesaria complejidad que lo mande todo al traste. En segundo lugar, seguirse a uno mismo implica por pura lógica vital oponerse a todo lo demás, porque todos los poderes y costumbres que se precien se han de mostrar hostiles por definición a tan loable fin. Por último, y probablemente aquí radique el aspecto más enrevesado del asunto, sería menester establecer sin asomo de duda y antes de iniciar tan peculiar hégira quién es ese extraño ser que ha decidido en el colmo de la voluntad seguirse a sí mismo y cuáles son las diferencias ontológicas existentes entre él y aquello que sigue.

   Hasta la próxima, queridos sobrinos, que la bendición de aquello que llamamos el Señor refresque vuestras almas, porque, como con absoluto acierto dicen vuestras madres, el infierno es esto.

Víctor Zamora: "Cartas Tibetanas".