No tendré miedo… por fin dejaré de tener que preguntarme por quién doblan las campanas… a tomar por culo el rollo de John Donne… que se jodan aquellos por los que no repican… que agonicen en silencio… por mí, como si se quedan mudas para siempre… aunque un elegante recital de campanadas ortodoxas –aquí, allí o en cualquier lugar– siempre se preste a ser percibido como una clemente bendición para los que a pesar de todo nunca perdieron la fe…
No tendré miedo… se acabó eso de sufrir al ver cómo estallan las espumas del sinsentido entre las olas del deseo y las rocas de la decepción…
No tendré miedo… Aleluya… Hosanna en el cielo… Sursum corda… resuenan con jubiloso silencio las campanas de la resurrección en multitud de templos que no se pueden ver…
No tendré miedo… ¿hasta cuándo resistirán sin decolorarse los cuadros de Murillo, de Zurbarán, de Brueghel, de Alonso Cano, de Fray Angélico, de Giotto… o sin hacerse polvo el David de Donatello, la Piedad de Miguel Ángel, el Rapto de Proserpina, los frisos babilónicos, los encantadores leones de Persépolis?… ¿quién escuchará cuando no haya oídos las suites para jazz de Shostakóvich, las alegres oberturas de Rossini, los indómitos quejidos de Camarón, los silencios mastodónticos de Prokofiev, los solos interestelares de Miles Davis?... ¿qué luna incógnita alumbrará piadosa al llegar la noche los escombros de la Alhambra?... ¿Cuántas damas ibéricas seguirán enterradas bajo la arena sin que nadie ya pueda descubrirlas y besarlas llorando?... ¿qué viento helado soplará sobre el cadáver insepulto de España?...
No tendré miedo… ni, ahora que lo pienso, lugar desde el que tenerlo… no seré de ningún sitio, porque ambos mundos desaparecerán y yo entre ellos… ¿Por qué preocuparse? ¿De qué sentir temor?...
No tendré miedo… directo al Limbo, donde mejor se está… sin nada que ver, mires a donde mires, se pose donde se pose tu mirada… donde no pueden haber ni ángeles con arpa ni cabrones con rabo…
No tendré miedo… al fin libre… he cumplido condena en la cárcel de la Tierra… me liberé de sus innumerables cadenas, de sus puertas de hierro, de sus rejas de aire, de sus ventanas de granito…
No tendré miedo… ni siquiera me pica la curiosidad por saber qué será de esta pandilla de monos extraviados... ¿cuál será su fin?... ¿hasta cuándo se soportarán entre ellos? ¿En qué momento, hartos de sí, encenderán la mecha del Apocalipsis y la excitarán con su aliento?...
No tendré miedo… volveré a ser inmortal… todo lo seré cuando vuelva a ser nada: el agua del mar, el aire del viento, el fuego del incendio…
No tendré miedo… la muerte… qué cosa en verdad tan admirable, aunque todo el mundo hable de ella sin tener remota idea… los únicos con cierto tino, los sumerios, gente elegante donde las haya… pueblo dotado de finísima sensibilidad poética, que, muchos años antes de que proliferaran por doquier los delirios religiosos, tan sólo dedujeron del luctuoso hecho la pérdida absoluta de conciencia y el retorno al caos…
No tendré miedo… dejaré de no reconocerme cada vez que contemple los oscuros espejos tras los que se esconde el mundo…
No tendré miedo… estaré tan sin mí que no sabré que no soy yo… me miraré y no veré a nadie… me palparé y estaré tocando la nada… me intentaré sentir y experimentaré el vacío…
No, no tendré miedo… se irá por fin a tomar por culo la angustia… se quedará vacío el fardo de las culpas… dejará de darme por saco en el burdel de la conciencia el pijo maldito de la perpetua insatisfacción…
No tendré miedo… ¡cómo son las cosas!… ¡qué raro, el mundo!… a estas horas, después de haberme atizado unas cuantas copas, estaría yo tumbado en mi sofá tan tranquilo, viendo en la tele los animalicos de la 2, a punto de echarme la siesta, en la cárcel del asilo, aguardando con insurgente excitación la hora de la merienda con mi Ángel de la Guarda… y fíjate por dónde, ha dado un vuelco radical mi existencia… esta vez me ha ofrecido la paya, sin necesidad de consultarlo conmigo, en vez de té con pastas, ser la libertad…
No tendré miedo… no habrá más pánico ni espantos… ni cualquier otro terror que inquiete mi espíritu… salvo que en una gracia propia de hijo putas sin conciencia me manden los desalmados al perro para jugar al escondite conmigo en el parque de la eternidad…
No tendré miedo… todos los números y palabras desaparecerán de la pizarra como si nunca hubieran existido… ¡Madre mía, qué gusto!... a partir de ahora, a dejarse de prótesis malolientes y a entendernos como debemos… si es que quedara alguien con quien entenderse… cosa que de momento todo se inclina a certificar que no… mejor que mejor…
No tendré miedo. He sido invitado a una gloriosa fiesta anónima en la que no tendré, bendito sea el cielo, oportunidad de cruzarme con nadie; porque a tal tipo de acto, presidido por la música del silencio, les está vetado asistir a los seres del mundo.
No tendré miedo… el espacio dejará de ser la cárcel y el tiempo la condena… hoy no será hoy nunca más… ni saldrá mañana… ni vendrá la tarde… ni volverá a comparecer la noche con la piel traspasada por los puñales de la luz…
No tendré miedo… los montes son mis compadres… mis amigos, los ríos… mi único amor, el mar… vendrán alegres todos conmigo a donde no estemos ninguno y dios deje al fin de molestar con su maldita presencia…
No tendré miedo… regreso al hogar… todo lo que fue separado del origen añora el instante de la unión… es imposible la vida aparte… un delirio escindido… una alucinación compartida por millones de inexistentes que buscan consuelo lejos de la verdad en el mayor de los engaños…
No tendré miedo… subiré con bizarría las escaleras que conducen a la puerta de la catedral de la Muerte… sobrio y gentil, como un noble antiguo ascendiendo con presta elegancia los áridos escalones del cadalso… con la sonrisa en los labios… con incendios en mis ojos… con minas de oro y diamantes brillando gestos profundos en mi interior… cortés y dispuesto, marcial y valiente, como un novio el día de su boda con la Muerte…
No tendré miedo… los ángeles, fieles a la palabra del Señor, inflamarán, llegado el momento de cumplir la antigua promesa, las trompetas definitivas de la resurrección…
No tendré miedo… hágase la oscuridad… venga el misterio… revélese el secreto… regocíjese la Nada… vibre de gozo el Vacío… No tendré miedo… No tendré miedo… No tendré miedo… No tendré… No… ¿Y usted?...
En La Posada del Candil, año de gracia 2014, 2 de Noviembre.
Fernando Blanco Inglés, "Mimesis"