Un país, más que ineficaz, absolutamente inepto, dormido en una siesta perpetua, opuesto a los avatares del mundo, enemigo de si mismo, empeñado a toda costa en destruirse, incapaz de soportar su propia existencia; una nación enloquecida, víctima de un encantamiento irresoluble, delirante, disparatada, aquejada de grave trastornos mentales, un pueblo históricamente enloquecido, alucinado, extremo, exacerbado, apoteósico, cuyas consignas políticas predilectas a lo largo de la historia han sido, si no exactamente éstas, de idéntico tenor: ¡Vivan las cadenas!, ¡abajo la realidad!, ¡viva perder! ¡muera el ser!, ¡lo inexistente al poder!, ¡ a la mierda el Estado!, ¡viva quién muere y muera quién vive y, si pudiera ser, los dos al mismo tiempo o, si no, a la vez!
Fernando Blanco Inglés, "La cuestión Q, 2"
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