miércoles, 12 de agosto de 2020

Exorcizate.

  Escucha cómo una voz irresistible pronuncia la transparente ausencia de tu nombre en el inconfundible idioma del más allá.

  Escucha y obedece, escupe tu alma, vomita tu pensamiento, sal de ti siniestro engendro, impropio ser, burdo monstruo, vil espectro, bastardo demonio, ajena existencia, abyecto ser, abandona tu casa, tu pueblo, tu patria, tu hogar. Ve más allá.

  Más allá de todo límite. Más allá de toda frontera. Más allá de la línea imperceptible que se esconde tras las trampas hipnóticas del horizonte. Obedece, sométete. Ya está bien de perder el tiempo apuntalando el cadáver con el que visten tus decadentes simulacros quienes te mantienen en formol. Acátate, obedécete con fervorosa sumisión. Aléjate de ti, huye sin tardanza, sin más espera, a toda hostia, de la mano del sabio principio que dictamina no volver la vista atrás. Más allá.

  Más allá del fuego, más allá del aire, más allá de la tierra, del cielo y del mar. Más allá de ti. Más allá de yo. Más allá de nosotros. Más allá de la realidad. Más allá de todo. Más allá de más allá. Más allá.

Fernando Blanco Inglés, "La Cuestión Q, 2"


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