miércoles, 22 de julio de 2020

Hineni, hineni

El dios del tiempo, reclinado en el sofá de la eternidad, humedece indolente con la punta de la lengua la yema de su anular diestro y pasa con absoluta indiferencia otra página más del aburridísimo libro de los muertos, sin evidenciar, en el transcurso de la operación, un solo gesto que indique el menor interés por cómo continuará y ha de acabar la cosa.

Fernando Blanco Inglés, "La cuestión Q, 2"


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