Bendito aquel que en cada pérdida irreparable que le depara el destino adquiere, sin necesidad de enterarse, antiguos deseos en cuyas venas alegre circula la resurrección inmediata de la sangre.
Bendito aquel que riega con su llanto los lirios invisibles que luchan por brotar en las avenidas del asfalto.
Bendito aquel que inventa gloriosas atmósferas en los lúgubres sótanos donde se asfixian los cuerpos.
Fernando Blanco Inglés, "La cosa en NO"
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