Bendito aquel que en el colmo de su exclusiva presencia-sin necesidad de hueras palabras, afectados actos o varios gestos- impregna de caótica armonía el falso orden del universo.
Bendito aquel que derrama sobre la herida viva que surca su mejilla una lágrima de sangre cada vez que viene un niño al mundo.
Bendito aquel que, conduciendo un camión en alto estado de ebriedad, se estrella contra el barranco del destino por no atropellar los ojos abandonados en mitad de la carretera.
Fernando Blanco Inglés, "La cosa en NO"
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