Tirarse al vacío desde un trigésimo octavo piso, aparte de experiencia sin igual, permite escribir en el aire, antes de llegar al suelo, un alucinante poema personal, vertiginoso, conmovedor, trepidante, vanguardista y radical con el que, además de pasar el rato, conseguir un más que seguro paso a la posteridad.
Víctor Segovia: "Espíritus Deportivos".
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