sábado, 22 de noviembre de 2014

¿ESCRIBIR?


Explorar el desierto con el ánimo de no volver sin… dar vueltas y más vueltas… ausente de sí… olvidado del tiempo… sin prisas y atento a que no se te escape una… En los sitios que te señale el zahorí, excavar profundidades remotas con ahínco… sin desfallecer un instante… y no parar hasta descubrir un hueso… por insignificante que sea… con tal de que se halle provisto de un resto de tuétano marcado con las maravillosas letras del ADN… A partir de ahí, estudiarlo con insobornable determinación y reconstruir mediante la paciencia requerida y la pericia imprescindible la osamenta de la bestia sin que falte un metacarpo… suministrarle los músculos adecuados para que se pueda desenvolver con agilidad en el feroz mundo de la supervivencia… fabricarle los tendones que le impulsen… dotarle con poderosos mecanismos de depredación… crear el sistema nervioso que la electrifique… generar la serie de órganos que cumplan con solvencia las funciones indispensables… articular la red de arterias y venas que irriguen hasta el último rincón del organismo… Y, una vez listo, besar su boca… unir sus labios a los tuyos… soplar con fuerza en sus pulmones e insuflarle vida… esto último es decisivo porque, aunque parezca que no, lo más importante es que el bicho respire por cuenta propia y se aleje de ti a toda hostia por la oscura senda de la divergencia… o que, inspirado por una primera necesidad, se revuelva y te devore… La palabra escribir, dado su incalculable rango semántico, no es el instrumento idóneo a la hora de comunicar lo que no se puede decir. De igual modo, la palabra entretenimiento no se presta a lo que cabe esperar del público, ni diversión, ni pasatiempo, porque lo ideal es que el lector muera al leerlo y resucite ajeno a lo que fue en otro mundo.

Víctor Zamora: "Cartas Tibetanas".

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