Y aquella noche
comenzó a llover como nadie recordara que hubiese llovido hasta entonces. Al
amanecer, seguía lloviendo, y lloviendo, y lloviendo… de aquello podría decirse
sin temor a equivocarse que era algo más que llover… se estaba rompiendo este
mundo y el otro… y así hubo de ser sin parar durante cuarenta largos días con
sus respectivas noches. Éon, cumpliendo el mandato explícito de Soid, introdujo
en el Arca de retorno al paraíso una pareja de cada especie… excepto de la
humana, claro está… y, por supuesto, de la de cualquier tipo de monos… no fuera
a ser que a los payos, en un torpe descuido de la naturaleza, les diese por
volver a evolucionar.
Verónica Boscán: "Escenas Cotidianas".
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