Llamadme Ismael, la más terrible y seductora invitación
jamás pronunciada… llamadme Ismael mis cómplices, absurdos y heroicos lectores…
llamadme Ismael… llamadme Ismael como pudiérais haberme llamado de cualquier
otro modo, qué más da cuál, qué importa cómo... llamadme Ismael, porque
llamadme Ismael es la trágica convocatoria que se lanza desde ese extraño lugar,
justo aquí al lado, en el que nadie está, donde los signos nada significan, donde
los símbolos se desvanecen antes de ser observados, donde los enunciados se
muerden entre sí al no hallar referentes, donde todos los nombres son
superfluos cual absurdas extravagancias… donde nadie le encuentra el menor sentido
a saber quién es quien, porque todos son el mismo… llamadme Ismael, hermanos, porque
la ausencia de nombre constituye un hermoso concepto cero donde cualquier cosa insospechada
puede crecer… un antifaz mágico… una máscara de aire… un disfraz que nos invisibiliza…
un poema que nos obnubila… una musica que nos enloquece… un precipicio que nos
seduce… un infierno que nos reclama… un sortilegio que disuelve el principio de
individualidad en el turbulento mar de la pasión… el broncíneo caldero en el
que las brujas de la vida hierven los restos decrépitos de nuestra conciencia… una
invitación en definitiva a no ser opaco testigo de la aventura, sino a
participar luminosamente en ella, porque todos, queridísimos sobrinos, incluso
aquellos que no sean conscientes del hecho, velis nolis, hemos sido convocados
para seguir al capitán Acab hasta el fondo del abismo.
Víctor Zamora: "A bordo del Pequod".
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