Cuando el
dandy naufragó, nada más llegar a la isla desierta, postróse de rodillas en las
arenas de la playa y, con los ojos inundados de lágrimas, dio gracias a los
dioses de la elegancia por haberle permitido salvar consigo el jabón de
cannabis, la brocha de pelo de camello, la navaja de afeitar y el cofre con el
tesoro incalculable de sus prendas.
Verónica Boscán: "Escenas Cotidianas"
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