¿Piensas, antes de cerrar los párpados, en las incontables mensualidades que aún restan para poder amortizar definitivamente la hipoteca?
¿Calculas con miserable exactitud la edad que tendrás cuando vengas a ser el amo definitivo de tu mansión?
¿Entiendes por eternidad el tener reglamentada tu existencia de tal modo que todos los días, a las mismas horas, hagas las mismas gilipolleces?
¿Has adquirido por encima de tus mediocres medios un hiperbólico coche de lujo que permita nivelar tu abominable apariencia con la de tus pretendidos congéneres?
¿Perteneces al honorable gremio de los que jamás se saltan un semáforo en rojo, no por no atropellar a un peatón, sino por los desperfectos que la colisión puede ocasionar a tu impecable automóvil?
¿Te hallas en paz con Hacienda?
¿Defraudas a las compañías de seguros?
¿Inviertes tus miserables y mezquinos ahorros en bolsa?
¿Tienes un plan privado de pensiones, letras del Tesoro, bonos del Estado, cofres ocultos, seguros a todo riesgo y sólidas becas de estudios que garanticen el radiante futuro de tus cachorros?
¿Mantienes subcontratado servicio doméstico tercermundista?
¿Has conseguido al fin transformar tu casa a base de cachivaches en un pequeño y claustrofóbico museo de los horrores?
¿Adoras con insensato fervor tu caja de caudales?
¿No te hiere como filo de cuchillo el inmenso descontento de contentarte con tan poco?
¿Temes que repercuta en tu ya de por sí depauperado prestigio el que no tengas, dejando aparte de bagatelas adquiridas a base de pasta, nada de lo que enorgullecerte?
¿Cuán importante consideras lo carente en absoluto de interés?
¿Te congratulas como buen necio contemporáneo de tener infectado tu hogar de pantallas encendidas como falsas ventanas que impidan ver tu exterior?
¿Te has detenido alguna vez a reflexionar cuánto esfuerzo le cuesta al mundo que tú seas?
Fernando Blanco Inglés, "Ofício de Tinieblas"
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