Yo soy la carne que cópula con el verbo… cuando no soy yo…
La sangre que emana de la boca herida del ser… la que desciende por las laderas del instinto… la que nutre los ríos sobre los que navegan lenguajes ajenos a las palabras… cuando no soy yo.
El sonido voluptuoso que hace hervir el agua enclaustrada de las piedras… cuando no soy yo.
La voz que folia con el silencio para gestar metáforas inconcebibles… cuando no soy yo.
El orgasmo que estremece con titánicos delirios la espina dorsal del universo… cuando no soy yo.
La exultante demencia que, bajo la complicidad de las estrellas, danza desnuda en las azoteas de la vida con todos los éxtasis enloquecidos de una más que inconmensurable y eterna existencia… cuando no soy yo… cuando no soy yo… cuando no soy yo.
Ser libre coger sin volver jamás atrás la vista cualquier camino que se aleje de la ciudad del tiempo pintando silencios cantando invisibles bailando versos brindando con toneles de dulce vino y follando con la noche del universo.
Si la ciencia avanza por los angostos senderos de la economía de las hipótesis y el arte por las junglas de despilfarro, las pretensiones que sustentan la arquitectura de lo que alzo se encuentran tan equidistantemente alejadas de ambos órdenes, como de la ignorancia del camino que queda por hollar, en ese instante de calambres germinales en el que todos los caballos de la luz inevitable cabalgan requeridos, crines de viento, cascos del aire, hacia un oscuro sacrificio sin sentido.
¿Has llegado a estar alguna vez en el infierno o te la has pasado toda tu vida vegetando en el limbo?
¿Te has partido alguna vez en dos y no has hallado el modo de volverte a juntar?
¿Defecas con la debida regularidad tus inmundos pensamientos o sufres, por el contrario, de un estreñimiento moral de tal calibre que no existe método químico capaz de desatascar los herrumbrosos conductos de tu alma?
¿Luchas con inquebrantable perseverancia por evitar que una idea nueva surja en el páramo de aquello que se te vino en adjudicar caritativamente como cerebro?
¿Calificas cada nimia estupidez que ocurre como un clásico, como un hecho histórico?
¿Alcanza tu capacidad metafórica el clímax, cuando considera todo el lugar común un sitio sin igual y cada frase hecha, un hallazgo teórico digno de Schopenhauer?..
¿Cuánto tiempo llevas ya sin pensar en que ya no piensas?
¿Cómo es posible, por imposible que parezca, que no le otorgue ya ninguna posibilidad a lo imposible?
…
¿Eres auténtico?
¿Te hallas en la realidad?
¿De qué fétida pregunta eres la hedionda respuesta?
¿Has arriesgado alguna vez tu vida por algo?
¿Has derramado una sola gota de sangre por cualquier siempre perdida causa de amor?
¿Por qué te resulta tan difícil entender que la única forma de no morir es estar dispuesto en todo momento a dar la vida?
¿Temes quedarte solo para no tener más cojones que verte obligado a meditar en la mierda absoluta que eres?
¿Cuántas veces has evitado darte de hostias por no partirte la cara?
¿En cuántas ocasiones has desaparecido de escena para salvaguardar tu ignominia?
¿Dónde estabas cuando hubo que defender un principio y librar una batalla?
¿Sientes lo que dices cuando no dices lo que sientes?
¿Estás donde considera que estás?
¿Has sido alguna vez, quién eres?
¿Te ha sonreído en alguna ocasión el misterio?
¿Te ha guiñado un ojo lo desconocido?
¿Todavía no entiendes que hablar es la peor forma de no decir nada?
¿Te duele respirar?
¿Te parte en dos no ser uno?
¿Persistes en ignorar que solo eres tú cuando te olvidas de ti?
¿Piensas, antes de cerrar los párpados, en las incontables mensualidades que aún restan para poder amortizar definitivamente la hipoteca?
¿Calculas con miserable exactitud la edad que tendrás cuando vengas a ser el amo definitivo de tu mansión?
¿Entiendes por eternidad el tener reglamentada tu existencia de tal modo que todos los días, a las mismas horas, hagas las mismas gilipolleces?
¿Has adquirido por encima de tus mediocres medios un hiperbólico coche de lujo que permita nivelar tu abominable apariencia con la de tus pretendidos congéneres?
¿Perteneces al honorable gremio de los que jamás se saltan un semáforo en rojo, no por no atropellar a un peatón, sino por los desperfectos que la colisión puede ocasionar a tu impecable automóvil?
¿Te hallas en paz con Hacienda?
¿Defraudas a las compañías de seguros?
¿Inviertes tus miserables y mezquinos ahorros en bolsa?
¿Tienes un plan privado de pensiones, letras del Tesoro, bonos del Estado, cofres ocultos, seguros a todo riesgo y sólidas becas de estudios que garanticen el radiante futuro de tus cachorros?
¿Has conseguido al fin transformar tu casa a base de cachivaches en un pequeño y claustrofóbico museo de los horrores?
¿Adoras con insensato fervor tu caja de caudales?
¿No te hiere como filo de cuchillo el inmenso descontento de contentarte con tan poco?
¿Temes que repercuta en tu ya de por sí depauperado prestigio el que no tengas, dejando aparte de bagatelas adquiridas a base de pasta, nada de lo que enorgullecerte?
¿Cuán importante consideras lo carente en absoluto de interés?
¿Te congratulas como buen necio contemporáneo de tener infectado tu hogar de pantallas encendidas como falsas ventanas que impidan ver tu exterior?
¿Te has detenido alguna vez a reflexionar cuánto esfuerzo le cuesta al mundo que tú seas?
¿Cumples de la forma más anodina posible con tu consorte una vez a la semana? ¿En la noche sabática, quizás? ¿Usas calzoncillos de seda con tus iniciales bordadas para ocultar tu deplorable insignificancia genital? ¿Pinchas óperas de Verdi, Donizetti y Puccini con el objeto de camuflar ante el vecindario vuestros lastimosos y decadentes gemidos? ¿Apagas la luz para evitar verla? ¿Llegas al fin de la obertura? ¿Te enciendes un cigarrillo para refrendar tu inequívoca insatisfacción? ¿Cuánto tiempo llevas sin observar plateados reflejos de Luna en la nocturna mirada de tu mujer?
¿Pagas con sistemática regularidad el recibo de la luz, del agua, del teléfono y del gas? ¿Contribuyes con tu correspondiente cotización mensual a las piramidales arcas sin fondo de la seguridad social? ¿Acudes sumisa y religiosamente cada cuatro años a las urnas como prescribe el Estado creyendo en la estrambótica ilusión de ejercer tu libre albedrío? ¿Sigues encadenado a loa argolla invisible de la rutina? ¿Qué tal llevas la neurosis? ¿Ingieres a la hora indicada las pastillas prescritas y las que no? ¿Acudes al gimnasio un día sí y otro tampoco? ¿Recurres con periódica y viscosa asiduidad a la ordinariez de tus pequeños y gelatinosos vicios? ¿Propugnas, a pesar de todo ello, la astrosa figura de tu ambulante cadáver como prototipo paradigmático de salud?