Jesusito era la hostia, un tío estupendo, un muchacho formidable, como no se había visto antes en el mundo ni se ha vuelto a ver otro parecido después de él. un dios dispuesto a olvidarse de serlo, ¡qué le parece!, sólo él fue capaz de entender que el amor al prójimo era el único mido de amarse a sí mismo y que dejar de ser uno par ser todo lo demás era lo máximo. Dicen por ahí que vino a salvar de sus pecados a la humanidad; yo pienso que si se presentó por estos lares fue con el exclusivo fin de poder amar a tumba abierta, sin pedir nada a cambio, consciente de que arreglar nuestro trastorno era imposible por más omnipotente que seas, ¡dejaría él de saberlo siendo dios!
Fernando Blanco Inglés, "La cuestión Q,2"
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