La
naturaleza es el enemigo de Acab. Su intransigente soberbia es la del ángel
caído. Acab es un significante ensordecedor que reclama la sangre de todos los
oídos. Un edicto inapelable. Una orden que nadie puede desacatar. Una música
que enloquece a la razón. Un misterio que disuelve en el aire la resistencia de
las conciencias. Un profeta del antiguo testamento que dicta con voz de fuego
un evangelio al servicio de ningún dios.
Víctor Zamora: "A bordo del Pequod".
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