Desaparece el sillón, la chimenea, la sala de estar, las ventanas, la puerta, el viejo caserón, el sendero del bosque, el pueblo perdido, la sierra oculta, el país maldito, el mundo agonizante, el universo decadente, el cuerpo, la mente, el esto, el eso, el aquello, el libro y esa incómoda cosa que no deja de atosigarnos a la que denominamos realidad… Estás leyendo…
Hasta la próxima, sobrinos. Hago votos por vuestra salud y
porque vuestra frágil memoria jamás olvide, como preconizaba la abuela, que el
infierno no sólo existe sino que además es esto.
Víctor Zamora: "Cartas Tibetanas".