La voracidad ideológica del capitalismo contemporáneo ha
adquirido dimensiones tan sin límites que en el inocente terreno de la
promoción, un banco puede utilizar un lienzo de Bacon, un político demagogo
puede citar sin ruborizarse un verso de Mallarmé, una multinacional deportiva
hacer suya una consigna de Bakunin, sin la menor muestra de rubor y quedándose tan
panchos. El capitalismo contemporáneo exhibe una inusitada capacidad técnica de
fagocitación a la hora de zamparse sin pestañear y deglutir con delectación
toda expresión artística de estética revolucionaria y cualquier forma
ideológica de vanguardia radical para vomitar, acto seguido, el mejunje digerido
en forma de publicidad vitriólica sobre nuestros estupefactos rostros.
Hasta la siguiente, sobrinos, y recordad que la vida no es
más que un baile de condenados al que debemos asistir con una sonrisa en los
labios, y con la requerida dignidad y prestancia.
Víctor Zamora: "Cartas Tibetanas".