La mañana era gélida. El
cielo estaba oscuro y la playa desierta. Un niño jugaba desnudo, entre el agua
y la arena, tirando piedras pulidas al mar, observando como brincaban por la
superficie del agua, ajeno al frío, indiferente al mundo, fuera del tiempo, lo
más lejos posible de la humanidad…
El turista esencial, ése que nunca falla donde no tiene que estar, el infame depredador de instantes, cámara digital último modelo
en ristre, escondido tras una duna, sin perderle un instante de vista,
aguardaba con efervescencia depredadora el momento propicio para ejecutar la
foto pintoresca con la que mostrar en las anodinas reuniones de los iguales sus singulares dotes… cuando
el interfecto decidió llegado el singular momento y pulsó el dispositivo del
fogonazo, el niño cayó fulminado sobre la indiferente arena de aquella playa
desierta.
Verónica Boscán: "Escenas Cotidianas".