Seguir a uno mismo es
una de las más sugerentes y demoledoras ideas que puedan concebirse en el plano
político, estético o moral; pero seguirse a uno mismo entraña serias
dificultades de tenor insoslayable en el campo de la física existencial y del conocimiento
teórico… La primera de ellas reside en la incuestionable dificultad
epistemológica de desentrañar que significa exactamente eso de “uno mismo”.
¿Cómo delimitar, sin caer en error ni verse envuelto en estériles
especulaciones, de modo claro y distinto, la esencia radical de lo que es uno
mismo y no otra cosa, en qué escurridizos principios se fundamenta su ser y en
qué se diferencia éste del resto de existentes que le rodea?, evitando al tiempo en
el proceso cognoscitivo cualquier matiz de confusión o innecesaria complejidad
que lo mande todo al traste. En segundo lugar, seguirse a uno mismo implica por
pura lógica vital oponerse a todo lo demás, porque todos los poderes y
costumbres que se precien se han de mostrar hostiles por definición a tan
loable fin. Por último, y probablemente aquí radique el aspecto más enrevesado
del asunto, sería menester establecer sin asomo de duda y antes de iniciar tan
peculiar hégira quién es ese extraño ser que ha decidido en el colmo de la
voluntad seguirse a sí mismo y cuáles son las diferencias ontológicas existentes
entre él y aquello que sigue.
Hasta la próxima, queridos
sobrinos, que la bendición de aquello que llamamos el Señor refresque vuestras
almas, porque, como con absoluto acierto dicen vuestras madres, el infierno es
esto.
Víctor Zamora: "Cartas Tibetanas".